Hace más de nueve años, el 31 de agosto de 1999, ocurrió una tragedia aérea con un avión de Líneas Aéreas Privadas de Argentina (LAPA), empresa privada de aviación, en el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Fue una tragedia que causó 65 muertes y muchos sobrevivientes quedaron afectados física y psicológicamente en diverso grado. Un daño humano, social y económico con visos de estrago.

Desde el comienzo el juicio fue manipulado en beneficio de la empresa -propiedad de Gustavo Deutsch- para gambetear las responsabilidades penales y económicas. Para ello  se manejaron hipótesis tradicionales como el “error humano” de los pilotos -que no pueden defenderse-  y otras más pintorescas como “bandadas de pájaros».

Desde la vereda de enfrente, Enrique Piñeyro, un piloto de aviación cuyas denuncias desbordaron los tribunales para llegar al cine con la película  “Whisky Romeo Zulú”  donde narra la historia previa al accidente del Boeing 737 mostrando el funcionamiento de la empresa que lo contrataba.

En lo medular, el comandante que se fue de LAPA para no morir en su trabajo, denunciaba que los aviones no estaban en condiciones de volar, o volaban en condiciones mínimas; el personal no recibía el descanso ni la capacitación suficiente; dos ejemplos de una larga lista de problemas imputables a la empresa. Dicho de otro modo, los directivos de LAPA ahorraban gastos y ofrecían un servicio más barato para competir ventajosamente con Aerolíneas o Austral. Todos esos datos fueron debidamente acreditados por Piñeyro. Es decir, eran pruebas.

El fallo de los jueces -en mayoría, no en unanimidad- Mara Cristina Sanmartino, Leopoldo Bruglia y Jorge Goroni, dado a conocer anoche, fue recibido con consternación por la sociedad. Es, para la evidencia popular, un nuevo caso de impunidad para los ricos: el dueño y los principales directivos fueron sobreseídos y hubo sólo dos condenas a personal intermedio en la escala jerárquica. Ninguno irá a prisión.

Los familiares expresaron -además de bronca, indignación y tristeza-  que ellos hicieron “todo lo que correspondía: denunciar, aportar pruebas, ser pacientes con esta justicia frente a todo ese manoseo hacia las víctimas y todo su entorno”. Los jueces huyeron de la sala en medio de una rechifla e insultos nunca vistos en los tribunales de este país.

En estos días, la revista semanal “Veintitrés” (Época II, Año 12, del 31.01.10) ofrece una investigación sobre la justicia del establishment titulada “La servilleta de la derecha”, con una bajada que dice textualmente “traban la Ley de Medios, impiden el matrimonio gay y el aborto terapéutico, fallan a favor de los grandes grupos empresarios, dilatan las condenas a los represores (militares) y con sus sentencias invaden el terreno político”. Finalmente, ofrece el “quién es quién en el influyente club ultra católico y neoliberal de los tribunales”. Es nota de tapa y vale la pena leerla porque no se la puede resumir sin perjudicarla.

Curiosamente, ayer comenzó un juicio por otro accidente aéreo: el que sufrió el avión Concorde, el 5 de julio del año 2000, con un saldo de 113 muertos. El aparto más rápido del mundo, fabricado y operado por  Air France y British Airways despegó ese día del aeropuerto Charles de Gaulle  y dos minutos más tarde se estrelló  contra un hotel. El Tribunal de Pontoise deberá establecer también qué responsabilidad le cabe a la tercera compañía implicada, la norteamericana Continental Airlines. Es también un conflicto de intereses pero esta vez entre pesos pesados y no -como el caso de LAPA- un grupo de particulares enfrentando a una empresa de dueños poderosos.

No debe pensarse que  la justicia de Francia actuará de modo muy diferente que la que “falló” en el caso argentino. La matriz ideológica que impulsó el Consenso de Washington  hace previsibles los comportamientos judiciales cuando están en juego los intereses de los grandes grupos económicos en cualquier punto de la aldea global.