Clara Serfaty se encontraba de viaje a Bogotá cuando ocurrió el deceso de Silo. En una sentida página cuenta sus impresiones del viaje, los trabajos realizados en el Parque de Estudio y Reflexión «La Unión», vecino a la capital colombiana, y nos da su visión de los momentos vividos con los hermanos colombianos ante la partida del Maestro.
«Mi experiencia en Bogotá
«Este cuarto viaje a Bogotá fue especial y siento la necesidad de sintetizar mi experiencia y poder compartirla con mis amigos.
«Una sala llena de gente, cuerpos cansados también por el largo viaje pero con caras sonrientes me recibieron ese jueves en la noche. Comenzaron los comentarios de los acontecimientos del último mes, las preguntas, las conjeturas y la risa imparable mientras circulaban los cafecitos y panes dulces. Y de pronto una llamada que cambió el curso de la conversación y a mi me cubrió de lágrimas. No podía evitarlo y tampoco quería evitarlo, es una bendición, es un privilegio poder llorar abrazada con algún amigo que también comparte el desconcierto y el cariño inmenso por el Negro. Nadie se inhibió de mostrar lo que sentía en ese momento: el vacío en el pecho, la incredulidad, las dudas, las preguntas y también el agradecimiento profundo e inmenso que se abría paso a borbotones. Fue una noche larga, nos fuimos a dormir tarde o mas bien a descansar un poco el cuerpo ¿quién durmió? fue una noche de insomnios y sobresaltos, de mirar la oscuridad como una niña asustada haciéndome preguntas.
«Al día siguiente en la tarde nos reunimos otra vez. Había una necesidad muy grande de estar juntos, nadie quería estar solo, nadie quería hacer las cosas rutinarias porque además nos sentíamos torpes en ellas. Queríamos sentirnos unos a otros y compartir así fuera el silencio pero cerca del otro. Fue una jornada larga donde abundaron los comentarios, lo recuerdos, la comida y el café y por supuesto las risas a montón, nuestra risa tan especial, esa que siempre me ha asombrado porque tiene la virtud de ser tan oportuna, no es la risa nerviosa, forzada, de la catarsis o la fuga, es la risa de la alegría profunda y en este caso de quienes saben que sus vidas hubieran sido muy distintas sin no nos hubiéramos encontrado unos con otros bajo la batuta de este gran hombre. Solo el acontecimiento del día siguiente nos obligó ir a dormir, esta vez el sueño vino a reconfortarme.
«Camino al parque, en silencio y mirando por la ventana del bus, no podía evitar algunas lágrimas y estaba segura que ese día no podría concentrarme en los trabajos, iba a ser un día perdido para mi en ese aspecto. Pero no fue así, todo lo contrario, una jornada de trabajo excelente para mi y para todos, y en eso contribuyó el empeño extra que siempre ponen los colombianos como anfitriones para que la experiencia de trabajo sea óptima.
«A las 4 de la tarde interrumpimos para hacer una ceremonia, allí en el patio, al aire libre, todos en círculo. Un viento repentino se levantó a nuestro alrededor, la bandera ondeaba rápidamente, sonidos y ráfagas que me parecían traerme los ecos de otros parques, de los otros amigos, de los recuerdos, de los nuevos tiempos. Todos percibimos ese fenómeno que nos acompañó hasta que terminó la ceremonia. Leímos un poema a Silo de alguien cuyo nombre no recuerdo pero que expresaba mucho de lo que sentíamos. Después de eso los abrazos, abrazos muy fuertes y prolongados como si quisieras fundirte en el otro.
«Me hago eco de lo que muchos han expresado refiriéndose a Silo como el Maestro, el Amigo y el Guía…un Mago , sin duda un mago bueno que iluminó y dio sentido a mi vida, con el que tuve el privilegio de compartir durante toda mi vida adulta, que nos unió a los que ya estamos y a los que vendrán como una familia, pequeña semilla de la nación humana universal.
«Un abrazo muy sentido para todos.
«Clara Serfaty, Caracas, Venezuela