En la televisión argentina una señora octogenaria conduce un programa donde entrevista a los personajes en su cuarto de hora de celebridad. La convocatoria incluye a políticos -se dice que contratan el espacio-  afanosos por estar en cartelera. Se trata de almuerzos y tiene una  audiencia modesta -supo ser importante- y circunstancial, según los invitados.

La señora trabaja en base a un libreto que sigue los vaivenes de la publicidad y de la “linea editorial” del medio. Pero a veces improvisa. Una de las ocasiones en que dejó el libreto para recurrir a su propio bagaje cultural fue cuando se produjo la destitución del presidente democrático de Honduras, Manuel Zelaya Rosales. Regaló entonces un concepto que ha quedado para el recuerdo: “a la gente no le interesa Honduras”.

Lo peor del exabrupto es que es cierto, aunque sea  para un sector minoritario de la clase media argentina. Gente no sabe la ubicación geográfica de muchos países latinoamericanos porque sus miradas van desde el ombligo propio hacia una Europa desdeñosa y ajena. Por cierto: tampoco saben de Haití. No les interesa.

Desde 1982 -Guerra de Malvinas mediante- el proceso de integración de Argentina con Latinoamérica ha sido creciente. En ese proceso los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández han avanzado con resolución y, consecuencia de esta actitud, a muchos argentinos les importa el destino de los otros países de nuestra América.

No es extraño entonces que desde el mismo momento de la catástrofe por sismo en Haití la ayuda argentina haya sido evidente: los únicos hospitales que funcionaron en Puerto Príncipe -digamos como ejemplo- fueron el montado por la Fuerza Aérea Argentina, integrante de la misión de paz de Naciones Unidas (Minustah) y el que atienden desde hace años los cubanos. Desde el primer momento ambos han trabajado sin descanso y continúan.

La dramática situación provocada por uno de los terremotos más graves en la zona del Caribe -al día de hoy se habla de más de 200 mil muertos-  encontró una rápida respuesta en el gobierno argentino, que ha fletado dos aviones Hércules con otro hospital reubicable, insumos, medicamentos, una planta potabilizadora de agua y alimentos.

La ayuda médica argentina en Haití ha sido la más rápida porque -como la cubana- ya se encontraban en la zona pero Cuba agrega el valor de su experiencia en desastres y la solvencia y organización de sus médicos; también estuvieron entre los primeros los gobiernos de México, Brasil, Perú, Francia, España y los Estados Unidos de Norteamérica. La ONU curiosamente es la que más ha tardado en tomar cartas en el asunto.

No obstante, a seis días de producida muchos no alcanzan a comprender que esta tragedia requiere una respuesta inmediata de la comunidad internacional, habituada a depredar y luego mirar para otro lado a la hora de asumir responsabilidades. Esta desgracia puede tener algo de positivo si se convierte en un punto de inflexión respecto de la permanente crisis de Haití. Este es el momento de exigir cambios de fondo para que el pueblo haitiano pueda reconstruir su país y crear un futuro libre e independiente de la expoliación extranjera.

Los humanistas -presentes en la isla desde hace 15 años- a través de Cruz Blanca, de la Federación de Apoyo Humano y de un plan de alfabetización- estamos ayudando en la medida de nuestras posibilidades  a paliar la desgracia pero insistimos en la solución política. Las actuales fuerzas militares ubicadas por la ONU son vistas por la población como fuerzas de ocupación y deben ser sustituidas por una auténtica Misión Solidaria. Es el momento para que los países que se han enriquecido a costa de Haití, saqueando sus materias primas y desbastando el ecosistema se hagan cargo de su responsabilidad anulando la deuda externa y reparando las omisiones del pasado en materia social, ecológica y climática.

Ahora hay que atender a la emergencia y llamamos a los movimientos y organizaciones y a los voluntarios de todo el mundo a generar una respuesta propia de ayuda o sumarse a las campañas de apoyo organizadas por otros. Pero sin descuidar la oportunidad para informarse y esclarecer sobre las consecuencias del despojo y depredación de los países colonialistas en América Latina, exigiendo soluciones estructurales.

Haití nos importa.