El rechazo a la decisión unilateral de los Estados Unidos de intervenir en Siria por el presunto uso de armas químicas por parte del gobierno comenzó en el interior de su propio país: sólo el 25 por ciento de la población estadounidense aprobaba la intervención militar. Posteriormente se supo de las dudas entre los  parlamentarios de Gran Bretaña y Francia y finalmente se produjo un efecto dominó y el Parlamento europeo, Rusia, China, el secretario general de la ONU  y cancilleres y presidentes de otros países cuestionaron los preparativos militares. En el día de hoy se fueron sumando los pronunciamientos en contra de un ataque que “sumaría horror al horror”, como dijo el canciller argentino Héctor Timerman.

Parodiando una frase de los Beatles, la declaración de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya pidió: “Demos una oportunidad a la paz, demos una oportunidad a la diplomacia”.

Gran Bretaña y Francia, los países europeos que hace dos o tres días se manifestaron dispuestos a apoyar a Estados Unidos han sido los primeros en recular ante el rechazo que mostraron sus ciudadanos,  menos inclinados a embarcarse en aventuras bélicas que causarán muertes, dolor y sufrimiento a la población de Siria para castigar al gobierno. Un grado importante de racionalidad frente a la agresividad brutal de sus gobiernos.

“La esencia de la guerra de Irak fue esquivar a las Naciones Unidas y cambiar el Gobierno de una nación soberana con ayuda de la fuerza”, afirma la editorial de hoy del Diario del Pueblo de China, citado por la agencia EFE. Finalmente la editorial invita a “evitar que en Siria se repita lo sucedido hace una década cuando Estados Unidos usó el pretexto de las armas de destrucción masiva para derrocar el gobierno de Saddam Hussein”.

Lo que resulta  increíble es que todavía se necesiten argumentos  para justificar el rechazo a las agresiones armadas de un país, o varios, sobre otro. Algunos han esgrimido que el derecho internacional establece que “una acción militar debe ser emprendida después de una decisión del Consejo de Seguridad”; o bien que no hay certeza de se hayan usado armas químicas;  o que, si así fuera,  hay que constatar si es responsabilidad del gobierno sirio o de los grupos terroristas que lo combaten. Autoridades sirias negaron hoy – “categóricamente”- haber usado armas químicas y señalaron que fueron sus soldados quienes hallaron tóxicos en un refugio de los insurgentes y hoy –dicen- presentaron pruebas de ello ante la ONU.

Lo cierto es que el pretexto de las armas químicas estaba mencionado como causal de intervención desde que EE.UU. fogoneó la insurrección, pero insistimos en que este no es el problema de fondo. Como tampoco lo es, en este momento, la cuestionada legitimidad del gobierno sirio. Claramente, el tema central es que hay Estados que se consideran gendarmes del mundo y actúan como tales. Es el caso de las potencias que integran la entente denominada Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) aunque cubra casi todo el mundo. Son asimismo los principales fabricantes y vendedores de armas y varios de ellos tienen armamento nuclear.

La injerencia de los países poderosos en los asuntos internos de otros países es insostenible. Más aún cuando es evidente el interés económico (petróleo u otros recursos naturales) o político (derrocar gobiernos opuestos a la política exterior de EE.UU), u otros  de similar calibre.

El fallido premio Nobel de la Paz, Barack Obama, que no es sino un títere en manos del poder real (Armas y Finanzas)  parece creer -así actúa- que es el amo del mundo. Es lo que indican las noticias difundidas esta noche por la televisión pública de Argentina: “Fuentes estadounidenses han dicho esta noche que Obama procederá según su criterio, sin tener en cuenta la decisión de parlamentarios u organismos de las Naciones Unidas”. Si así fuera es probable que el rechazo de la opinión pública mundial afectará seriamente el escaso prestigio que aún le queda a EE.UU.

Los humanistas no podemos sino enfatizar en que el diálogo y la intervención amigable de la diplomacia es la única solución viable para los conflictos entre naciones, como el diálogo y la democracia lo son para los problemas internos en una sociedad.