El comienzo fue mejor que el final de esta cumbre en Trinidad y Tobago. El primer día, el presidente de Venezuela Hugo Chávez, saludó al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, le dio la mano y le dijo: “Quiero ser su amigo”. Todo un gesto.

Obama, a su vez, causó buena impresión. Pero nadie ahorró críticas a su país por el comportamiento histórico con Latinoamérica. El se defendió: “no me culpen por cosas que pasaron cuando era niño”. Es justo. Pero le hicieron notar que el bloqueo a Cuba es algo que sigue pasando y, ahora, es su responsabilidad.

La anécdota del día siguiente también tuvo que ver con Obama y Chávez, ya que éste le regaló al estadounidense el libro “Las Venas abiertas de Latinoamérica”, de Eduardo Galeano, un texto que describe el saqueo de los recursos naturales de la región.

Más allá de las anécdotas y en tren de hacer el balance político de esta reunión del máximo nivel, es evidente que UNASUR hizo inteligencia previa: ajustó comportamientos y, sobre todo, una estrategia que se reflejó en los discursos. Eso le permitió decir al presidente de Brasil casi a modo de síntesis: “Hay una esperanza de cambios en el estilo conflictivo que rigió las relaciones mutuas”.

Luiz Inacio “Lula” da Silva elogió las palabras de la presidenta de la Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, quien inauguró la cumbre con un discurso que puso el marco dentro del cual se desarrollaron las conversaciones informales. El pedido de levantamiento del bloqueo a Cuba fue expresado con claridad y sin anestesia: “un anacronismo”. A partir de ahí todos los presidentes de Sudamérica pidieron  lo mismo  y, también, la reinserción de la «república hermana» en la Organización de Estados Americanos (OEA).

Lula sorprendió repitiendo, con otras palabras, los dichos de Fidel Castro frente a las primeras medidas de distensión anunciadas por Obama hacia Cuba (viajes, remesas, etc.):”van en la buena dirección pero no son suficientes”.

Les anticipamos el viernes  que la relación Cuba/EEUU sería el tema central y lo fue, junto con la manifestación explícita de que no se quiere más  injerencia de Washington en los asuntos internos de los países latinoamericanos. Barack Obama recogió el guante y propuso una “alianza de iguales” que inaugure “una nueva era” en las relaciones dentro del continente.  Cristina Fernández  le comentó a la prensa: “El planteo general de los presidentes fue que el cambio de relación requiere  una actitud diferente, de no injerencia por parte de los Estados Unidos”.

El documento final no fue aceptado unánimemente porque no incluyó el tema Cuba. Es sabido que estos documentos se trabajan con anterioridad y en la reunión «cumbre» los presidentes  tratan los temas candentes.  Esta vez no se modificó lo acordado: 97 puntos que comprometen el trabajo conjunto  en “la lucha  contra el crimen organizado -narcotráfico, terrorismo, tráfico de personas- y la corrupción” y establecen  la “necesidad de respetar los derechos de los inmigrantes” y  garantizar la  “autosuficiencia energética del continente” diversificando las  fuentes de energía, entre otros.”

Otras metas fijadas en el documento fueron las de «erradicar, a más tardar en 2020, el  trabajo infantil», «implementar la convención interamericana para la  prevención, castigo y erradicación de la violencia contra la mujer» y finalizar  los trabajos para una declaración que reconozca los derechos de los pueblos  indígenas.

La 5ª cumbre fue un avance, tanto por la cohesión de los países sudamericanos como por la apertura de Obama. Los memoriosos recuerdan que hubo sólo dos casos anteriores de sintonía sur/norte en América: con los presidentes  W. Wilson y John F. Kennedy que hablaron de «un nuevo comienzo» y ambas terminaron en frustración. Hoy, no parece haber mucha ilusión. Por eso,  otros opinan que puede  resultar mejor.