Las campañas de los Estados Unidos contra el gobierno y el pueblo de Cuba han sido una constante en el poco más de medio siglo que la isla lleva como una nación autónoma.

Los ataques contra la figura central y símbolo de la lucha revolucionaria, el comandante Fidel Castro, han sido tantos que mencionar la cifra da pudor porque parece increíble: más de 600 atentados contra su persona. Los realizados contra el pueblo van desde el permanente bloqueo impuesto en 1962 que impide la llegada de abastecimientos e inversión para  el crecimiento económico, hasta los ataques bacteriológicos a los cultivos de azúcar o los elementos químicos derramados en la plataforma submarina para arruinar la pesca. (Fuente: documentos desclasificados en USA en los años 80 e investigaciones sobre las maniobras de la CIA)

Los ataques contra la población han tenido incluso la forma de una invasión a territorio cubano por una fuerza mercenaria armada, financiada y capacitada en los Estados Unidos que fue derrotada en Bahía de Cochinos en 1961. Hemos aportado reiteradas veces el dato -poco conocido- de la fuerza interamericana que se había creado con igual finalidad pero no llegó a utilizarse. Es muy extenso historiar en una nota de blog todas las tropelías y las violaciones a los más elementales derechos humanos cometidos por los Estados Unidos contra Cuba. Pero es imprescindible tenerlos en cuenta.

Sin ir muy lejos en el tiempo, en este momento cientos de prisioneros están confinados en la cárcel militar de Guantánamo -enclave norteamericano en Cuba- incomunicados en celdas pequeñas durante 22 horas diarias sin haber sido acusados formalmente de ningún delito (fuente Human Rights Watch – HRW informe del 10 de junio de 08). Casi todos sufren trastornos mentales y hay quienes han intentado suicidarse varias veces. El aislamiento es desquiciante: «Me siento enterrado en una tumba», dice un testimonio de los recogidos en entrevistas de funcionarios y abogados que han elaborado los informes. Es un “suplicio continuo” y los presos confiesan que prefieren que los guardias vengan a golpearlos o asfixiarlos (submarino) para sentir una compañía humana.

La Administración Bush siempre dijo que los prisioneros de esta cárcel no recibían un trato inhumano. Human Rights Watch lo niega y pone como ejemplo casos particulares de varios presos, como los que hemos citado. Con Obama la situación no ha cambiado. Hilary Clinton declaró el miércoles pasado que es una “injusticia que Cuba tenga más de 200 presos políticos que deberían ser liberados sin demora”. Por nuestra parte, suscribiríamos ese pedido si Estados Unidos hace lo mismo con los cientos de presos que tiene en  Guantánamo.

A pesar de su falta de recursos naturales, que empareja a Cuba con Haití, la diferencia en la situación de las personas que viven en uno y otro lugar es abismal a favor de los cubanos. El fracaso de los ataques y la imposibilidad de ocultar los logros  en materia de salud, educación, protección social ante los huracanes y otros desastres naturales; la solidaridad internacional con los países más pobres de la región y el incipiente desarrollo económico sin crédito ni ayuda significativa alguna, ha desplazado el peso de la ofensiva de propaganda contra Cuba hacia los derechos humanos.

El esfuerzo de los EEUU para desestabilizar a la pequeña república caribeña ha tomado nuevos cauces. Sigue, por supuesto el bloqueo pero ahora se financia a personas que tienen diferencias con el gobierno para crear una situación de malestar. El gobierno las tolera pero el pueblo no. Los ciudadanos cubanos que han sufrido mucho en los años difíciles de la economía -abruptamente privada del auxilio de la URSS- no ven con buenos ojos a unos vecinos que ponen libros en el comedor de su casa aparentando una «biblioteca pública» que sirve de tapadera para recibir recursos que envían los Estados Unidos de esa y otras mil formas.

Muchos presos comunes -personas con amplios y antiguos historiales delictivos- han pasado a ser ahora “presos de conciencia”. En ese carácter hacen huelgas y declaraciones pidiendo “mejoras en sus condiciones de detención”. Uno de ellos era Orlando Zapata Tamayo, un preso sin hijos ni esposa cuyo prontuario consigna”violación de domicilio”, “lesiones menos graves”, “estafa”, otra vez “lesiones y tenencia de arma blanca” ( http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/02/26/orlandozapatatamayo). Fue liberado bajo fianza en 2003 y poco después encarcelado por reincidente. La huelga de hambre que él encabezó era para tener una cocina, un aparato de televisión y un teléfono celular en su celda. Él se autodenomina “disidente” o “preso de conciencia” y es sólo un caso entre muchos otros que, además, reciben ayuda económica canalizada por vía de sus familiares.

Otros “disidentes” o “presos políticos” son un grupo que fue filmado recibiendo dinero y equipos de comunicación en una repartición yanqui: la Sección de Intereses de Estados Unidos, en La Habana (Fuente: Enrique Ubieta Gómez).

Sea como sea este punto de controversia, es lamentable la muerte de Zapata Tamayo. Tanto como el empeño de hacer pasar un hecho común como algo excepcional. Si el descuido de las autoridades carcelarias respecto de la salud de una persona en huelga de hambre es reprobable, mucho más lo es el disfraz político que le ponen los Estados Unidos para llamar la atención sobre los problemas de otros y ocultar los propios.

La muerte de Zapata ha servido para volver a atacar a Cuba en un momento político clave y para ocultar que Obama no va a cumplir sus promesas respecto a levantar el embargo.