A principios de octubre fuimos invitados por Néstor Elías a conversar sobre América Latina en el programa que él conduce los lunes en radio “La Tribu” en Buenos Aires. Fue una charla amena -Néstor es un conductor talentoso y amable- y hablamos con total franqueza y sin censura. No llevamos nada escrito y todo quedó en el “éter”  -terminología de nuestros padres en la radio- pero alguien tomó notas -gracias Carlos- y nos acercó este resumen que damos a conocer ahora sobre todo por el trabajo que se tomó nuestro amigo. En este lapso  Dilma Rousseff fue electa presidente en Brasil y falleció Néstor Kirchner -una pérdida conmocionante- pero el sólido proceso puesto en marcha en América del Sur no parece que vaya a alterarse a pesar de sacudones previsibles.

Lo que sigue es, más o menos, lo que dijimos ese día.

En años recientes, América Latina vivió la llegada al poder en elecciones libres de Néstor Kirchner en Argentina -le seguiría luego Cristina Fernández de Kirchner-, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Michelle Bachelet en Chile, Tabaré Vázquez en Uruguay -luego Pepe Mújica-, Fernando Lugo en Paraguay, además, la consolidación de Lula da Silva en Brasil y Hugo Chávez en Venezuela. Todo eso, iluminado por la inconmovible Cuba de Fidel, ahora piloteada por Raúl Castro. Todo esto ha supuesto un cambio sin precedentes en el continente y por vías democráticas, pero no toda está hecho. Los próximos años  serán cruciales para que estas propuestas, muy diversas entre si pero todas con una cierta aspiración de cambios que beneficien al pueblo, se mantengan y profundicen. Y el reto es que, en cualquier caso, sean los ciudadanos y ciudadanas de los respectivos países quienes libremente puedan decidir. No una  fuerza o interés externo ajeno y antidemocrático.

Un breve análisis de lo acontecido en Honduras, donde las elecciones presidenciales de noviembre de 2009 han sido, de facto, un intento de legitimación del golpe de estado contra el Presidente Zelaya dado unos meses antes, muestra esto que decimos: que la democracia debe ser vista como un proceso y no solo como la celebración puntual de unos comicios. América Latina fue escenario durante 2010 de elecciones presidenciales en Chile (segunda vuelta), Colombia,  Costa Rica y Brasil, y elecciones legislativas en Venezuela a mediados de año, siguiendo el maratón de 2009 donde se celebraron en Ecuador, Uruguay, Bolivia, Panamá, El Salvador y las amañadas de Honduras.
 
Repasando lo pasado este año, en Chile, en la segunda vuelta electoral triunfó el derechista Sebastián Piñera. Pero la verdad es que no sintió mucho el cambio, tal vez porque el gobierno anterior de Bachelet era centro derecha y también por características del propio presidente, un hombre de derecha pero empresario, para quien los negocios importan más que las ideologías.

En Colombia, el presidente Álvaro Uribe dio paso a su cantado sucesor Juan Manuel Santos y todo sigue igual, más allá de algún maquillaje. 

En Costa Rica triunfó una mujer, bien por el género pero muy mal desde la perspectiva de hacer algo bueno por la gente. La señora Laura Chinchilla Miranda viene de comandar una  ONG al servicio de los Estados Unidos y sólo puede garantizar que será una fiel servidora del imperio.

En Venezuela hubo elecciones legislativas en el segundo semestre de 2010 con un triunfo controvertido del presidente Hugo Chávez, quien se enfrenta ahora a los desafíos que significan los cambios estructurales en su sociedad: los problemas de seguridad, crisis económica -caída del PBI del 4,5% en el tercer trimestre, inflación del 35%, un mercado negro y dólar incontrolable- y la pérdida de credibilidad del discurso oficial, entre otros. Resolver estos problemas presupone la refundación del actual modelo de gobierno.

El proceso que está firme y ofrece garantías de continuidad es el de Brasil. No fue en primera vuelta, pero la segunda mostrará un triunfo contundente de Dilma Rousseff. Es lo mejor que puede pasarle al Brasil, en primer lugar; a Argentina luego; y a UNASUR  finalmente.

En `Paraguay no hubo elecciones pero la enfermedad del presidente Fernando Lugo, que tiene un vicepresidente menos confiable aún que el argentino Julio “Cleto” Cobos,  encendió una alarma que informa de un peligro real. Es cierto que no ha hecho mucho el obispo Lugo, pero su continuidad es mejor que las opciones -a cual más corrupta- que gobernaron ese país hasta él.

En todo caso, buenas noticias para América del Sur, no tan buenas para América central y para México (no se recogieron las afirmaciones que matizan estos conceptos) y un clima mundial de mayor incertidumbre al no superarse la crisis económica que sigue afectando a los EE.UU. y a toda Europa.