Desde que el golpista Roberto Micheletti sustituyera al presidente Manuel Zelaya en el ejercicio del poder en Honduras hubo un atropello permanente a todas las formas de libertad y expresión cívica que culminó con elecciones presidenciales fuertemente militarizadas. Pero la violencia inicial de la oligarquía que destituyó a Zelaya, continúa y se ha potenciado con el actual gobierno. Todos los derechos humanos están siendo conculcados y no es la idea analizar en esta nota todos esos cambios negativos que ha debido vivir la población en los últimos meses. Basta por ahora con señalar que Lobo -en rigor, la oligarquía que lo maneja como un títere- ha dejado sin efecto o ha invertido todo lo positivo que construyó Zelaya: desde la anulación de beneficios sociales y laborales hasta el aumento de los privilegios de los grandes terratenientes y empresarios.
No obstante vamos a detenernos en la libertad de expresión. En un artículo titulado “¿Se acuerdan de Honduras?”, Carlos Iaquinandi Castro, del Servicio de Prensa Alternativa Serpal (417) escribe: “Pero el papel más siniestro y perverso lo cumplen los medios de comunicación que en lugar de informar, ocultan y manipulan lo que sucede en el país. Las pocas voces independientes se reducen a algunas emisoras de radio y pequeños periódicos. Los “grandes”, responden a empresarios ligados con el poder y son parte del conglomerado mafioso que gobierna y controla Honduras. Uno de ellos es Jorge Canahuati, un ultraderechista que financió la campaña pro golpista en Washington. Ese muro de silencio y mentiras, no se reduce al interior del país. También los grandes medios y agencias de América Latina y del mundo, se “olvidan” de Honduras. Ellos ya archivaron el expediente de ese entrañable país centroamericano en el cajón de “países normalizados”, y por tanto allí “no pasa nada. Pero pasa.”
Recordemos que el 27 de enero de 2010 asumió Porfirio “en una ceremonia” –cuenta en “El País” el enviado especial Pablo Ordaz- “donde se leyeron pasajes de la Biblia y los asistentes, cogidos de la mano, agradecieron al “padre celestial” su apoyo a Honduras”. Desde esa fecha -en menos de tres meses- han sido asesinados siete periodistas opositores al gobierno de Lobo.
Esta semana los organismos de DDHH comprobaron la muerte de “Luis Antonio Chévez Hernández de 22 años, comunicador de W105, caido en San Pedro Sula por sicarios que detuvieron su vehículo.»
El periodista Castro de Serpal enumera: “el 17 de febrero pasado apareció muerto en Tegucigalpa el periodista Nicolás Asfura. El 1 de marzo, mataron en una emboscada a Joseph Ochoa, del canal 51 e hirieron a la periodista Karol Cabrera. El 11 de marzo fue asesinado de varios balazos David Meza, reportero de Radio El Patio y corresponsal de Radio América. El dia 14, el periodista Nahúm Palacios Arteaga, de Radio Tocoa y de Aguán ‘Canal 5’, fue asesinado tras ser interceptado y embestido su vehículo. A fines de marzo, fueron emboscados en pleno dia los comunicadores José Bayardo Mairena y Manuel Juárez cuando circulaban en un automóvil por la carretera a Juticalpa, Olancho”
Los asesinatos no han sido esclarecidos, no hay detenidos, no hay sospechosos.
Como la ayuda celestial parece ser unilateral creemos que es urgente llevar a los foros internacionales la denuncia sobre lo que acontece en esta república centroamericana pero, a la luz de la razón, cabe reflexionar como lo hace Castro: “¿Cómo puede ejercerse la tarea periodística en este marco de inseguridad y acoso permanente? ¿Cómo puede hablarse de «libertad de prensa»? ¿Por qué callan quienes tendrían que denunciar?”
Sin ánimo de simplificar y con la necesidad de poner en claro lo que parece oscuro, estos desgraciados sucesos son “normales” cuando la derecha concentra todo el poder: da impunidad a los sicarios y los jueces “tapan” crímenes, “excesos” y violaciones de los derechos humanos más elementales. Más en este caso en que cuenta con el amparo de Estados Unidos (¿el padre celestial?) y de sus aliados locales.
Tal vez los estudiantes de periodismo aprenderían mucho si estudiaran lo que sucede con los medios de comunicación en “democracias al estilo USA” y hacer una minuciosa descripción de los contenidos de los medios y de la atmósfera en que trabajan los periodistas.