Los periodistas “neo” -los que dan una “nueva versión de algo” porque no poseen la capacidad de crear- fueron educados en la Argentina por la dictadura militar y aconsejan sobre temas económicos. Recibieron una educación donde  la pátina “institucional” fue superficial al extremo de no saber esa muchachada cómo funcionaban las cámaras del Congreso, no conocer los límites de cada rama del árbol republicano, no aceptar que los jueces fueran parciales o confundir “Imperio” con “Imperialismo”. El sello de fábrica era el menosprecio de lo nuestro y la sobre valoración de lo proveniente de los USA. Era un reflejo de la maltrecha imagen que tenían -tienen- de sí mismos.

Coherentemente, se orinaban frente al “primer mundo” aún a sabiendas de que ellos -los escribas- no tenían un lugar bajo aquel sol.

Nos topamos -los humanistas que arribamos al quehacer político en 1984- con esos representantes del “pensamiento único” -en rigor, una forma de mirar más que un pensamiento- al comenzar el ciclo democrático actual, en los años 80. Era llamativa la dificultad que manifestaban para comprender lo que escapaba al marco capitalista versión neoliberal.

Unas de las críticas a las que se sumaban en el afán de vendernos como bueno toda la basura que venía de afuera -lo extranjero era presentado como ejemplo de modernidad- era la vinculada a los economistas argentinos, a quienes se veía culpables de todos los males pero, especialmente, del mal de valorar nuestras capacidades, los recursos naturales y humanos del país. Por cierto, entre los blancos preferidos estaba Aldo Ferrer a quien se denostaba por su libro “Vivir con los nuestro” (editado por primera vez en 1983, la última versión es de 2001) Lo menos que se dijo -tal vez con otras palabras- es que se trataba de una instancia superada.

Comenzado el siglo 21, cuando el esquema de la “convertibilidad” y el consecuente endeudamiento del país con la banca usurera -“mercado de crédito” le llaman-  provocó la crisis económica que hundió al país a fines de 2001 y 2002 quedó claro a dónde conducían los caminos del libre mercado: a la quiebra del país, al “default”. Faltó poco para que fuéramos declarados un estado fallido.

Los humanistas lo habíamos advertido y ofrecimos un plan para “una salida ordenada de la convertibilidad” en 1998 (más de tres años antes de la crisis) que fue `publicada en el “Libro naranja”, un aporte en cada una de las áreas del gobierno. No está de más decir que no nos dieron bola en ese momento los menemistas ni más tarde el tandem De la Rúa/Cavallo -los del corralito- pero con el tiempo se fueron haciendo efectivas las propuestas humanistas. Es fácil comprobarlo leyendo aquel documento. Pero no era este el puerto a dónde íbamos.

Siguiendo con el ejercicio de memoria de la historia reciente, el país salió de la convertibilidad, devaluó la moneda, hizo una quita del 75% de la deuda externa, se favorecieron las exportaciones y se aplicaron retenciones, se cobraron los impuestos incorporando a muchos evasores tradicionales, se solucionó el hambre mediante la ayuda del estado, se dio estabilidad a los trabajadores, se aumentaron las jubilaciones, se estimuló el mercado interno y un largo etcétera de medidas que, además de sacarnos de la crisis social, capitalizaron el país. Todo eso fue con nuestros propios recursos naturales y humanos.

Mirémoslo de otro modo: para salir de la crisis, Argentina no recurrió a créditos con tasas extravagantes -tampoco nos lo hubieran dado-; no redujo salarios, no se sometió al FMI. Aunque parezca increíble es lo que sugieren ahora –nuevamente- los periodistas “neo” que vuelven a la carga con sus recetas copiadas.

Lo mejor es que la salida de la crisis del  2001 y el despegue del país no significó -como se había presagiado- que Argentina se aislara en su propia quintita. El país está abierto al mundo y, además, ha diversificado las amistades. Ahora se  relaciona más y muy bien con el MERCOSUR y la UNASUR, con Latinoamérica y el lejano oriente. La crisis mundial no ha afectado, en Argentina, a la mayoría de la población y los pronósticos de crecimiento para 2010 son optimistas. En otras palabras, con lo nuestro estamos bien y vamos a estar mejor. Gracias don Aldo por señalar el camino.