Está fuera de discusión que los Estados Unidos de Norteamérica han violado de distintos modos, en distintos grados y en diferentes países, los derechos humanos. La última acusación resulta de documentación propia de ese Estado que ha sido dada a conocer por una organización civil con sede en Suecia. Nadie discute estos puntos, no hay posibilidad de error.

El sitio wikileaks.org ha difundido 75 mil documentos clasificados sobre la guerra en Afganistán. Julián Assangem, su fundador y operador se apoyó en los diarios Der Spiegel (alemán) y los norteamericanos The New York Times y The Guardian donde se consignan otras tantas operaciones. Mas allá de detalles truculentos queda claro que la sociedad estadounidense ha sido engañada en aspectos importantes como:

1. la cantidad de muertos civiles afganos es muy superior a las informadas oficialmente y hubo 144 incidentes en los que cayeron sólo ciudadanos comunes y corrientes de toda edad. Según Naciones Unidas, en 2009 hubo 2412 civiles muertos;
2. los servicios secretos de Pakistán colaboran con los EE.UU. -están los nombres completos de los informantes-  con anuencia de su gobierno que recibe ayuda económica por esa colaboración;
3. hay tortura como modo de interrogación permanente y ejecuciones sin proceso a cargo de “la unidad negra” o grupo de tareas 373 del ejército. Cuentan con una lista de nombres de activistas a los que buscan pero en caso de duda -similitud física o de nombre y otras- proceden  a asesinar a su criterio.

En general -salvo quizás en Estados Unidos- estos hechos y otros similares son conocidos por denuncias de las víctimas, a las que se descalifica por parciales. Pero esta vez la diferencia está en  que la información procede de los victimarios y ha sido admitida. Se trata de crímenes de guerra por parte de la potencia que mintió sistemáticamente en cada guerra en la que ha participado.

Esos son los hechos. Los derechos no existen porque el poder militar le da impunidad al país gendarme del mundo.

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