Rebelión ha difundido un reportaje a la ensayista Eva Golinger, una abogada y escritora nacida en Nueva York, que vive en Caracas desde 2005. Ganadora del Premio Internacional de Periodismo de México (2009), es autora del best seller “El Código Chávez: Descifrando la intervención de EE.UU. en Venezuela” (2006, Olive Branch Press; traducido a ocho idiomas) y de “Bush vs Chávez: La guerra de Washington contra Venezuela” (2007, Monthly Review Press), entre otros.

El autor del reportaje es el periodista Mike Whitney y aquí les ofrecemos sólo una pregunta que hemos seleccionado porque explica la política de EE.UU. hacia Venezuela. Quienes quieran leer la entrevista completa pueden hacerlo en http://www.counterpunch.org/2013/07/30/why-did-washington-hate-hugo-chavez/

M.W.: ¿Por qué Washington odiaba a Chávez?

– E.G.: Supongo que Washington odiaba a Chávez por muchas razones. Por supuesto, el petróleo es una fuente primaria de la actitud agresiva de Washington hacia Chávez. Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del planeta, y antes de que Hugo Chávez fuera elegido, los gobiernos estaban subordinados a los intereses estadounidenses. De hecho, Venezuela estaba al borde de la privatización de la industria petrolera, junto con todo lo demás en el país, justo cuando Chávez fue electo. Así que el hecho de que un jefe de Estado que se sienta sobre las mayores reservas de petróleo del mundo –que EE.UU. necesita para mantener su exagerado modelo de consumo en el largo plazo– no esté subordinado a las consignas de EE.UU. resultaba exasperante para Washington.

Chávez no sólo se recuperó y transformó la industria petrolera para redistribuir la riqueza y asegurarse que las corporaciones extranjeras acataran las leyes (el pago de impuestos y regalías, por ejemplo), sino que también nacionalizó otros recursos estratégicos del país que EE.UU. tenía sus manos, como el oro, la electricidad y las telecomunicaciones. Es evidente que Chávez era una espina de gran tamaño en los intereses económicos de Washington en la región. Una vez que Chávez encabezó la creación de la integración y cooperación de América Latina, que condujo a organizaciones como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), así como Petrocaribe, Telesur (primera cadena de televisión de la región), y muchas iniciativas más, Washington rápidamente comenzó a perder influencia en la región. Esto también atrajo una hostilidad hacia Chávez aún mayor, ya que él era el principal líder e impulsor de la independencia y la soberanía de América Latina en el siglo XXI.

Washington y la élite venezolana tampoco podían soportar las maneras de Chávez y su forma directa de contar las cosas como son. No tenía miedo de nada ni de nadie, y nunca dio un paso atrás, siempre se mantuvo firme y dijo lo que creía, aunque no fuera lo diplomáticamente correcto. Y Washington lo odiaba por traer de vuelta el “mal” concepto del socialismo al mundo de hoy. Washington había intentado por todos los medios librar al planeta de cualquier cosa remotamente relacionada con el comunismo del siglo XX, por lo que “el socialismo del siglo XXI” de Chávez era una bofetada en la cara de la vieja guardia estadounidense, que todavía mantiene las riendas del poder en EE.UU.

Traducido para Rebelión por S. Seguí