Mientras algunos descansamos, otros siguen trabajando. Les anunciamos que está disponible la  versión online de Monografías. Es la newsletter #559 y el editorial habla de Eros y de su partida. ¿Es que parte?

“Cuando partió el joven Eros”
 
“Cuando el joven Eros partió de mi vida (La forma del conocimiento del amor en Sócrates), yo intenté dedicarme a la hechicería (La danza de las tijeras). Sí, quise ser una bruja consagrada, una augurante de días bellos o terribles (Milagro en el bosque).”

“El Joven Eros había apoyado su cabeza en mis rodillas (Del Amor y Otras Yerbas), había dejado la forma de su cabeza en mi falda y un cabello de oro, me había abrigado siete inviernos y dorado siete veranos (El calendario), y de pronto levantó la cabeza y se fue hacia las flores jóvenes, divinas. Iba con la mirada baja, sin embargo, llevando toda la oscuridad que había absorbido de mí (Tactos en la Oscuridad).”

“El cabello de oro lo usé para iniciarme en brujería (Hechicería e imaginario social). Lo puse bajo mi almohada y me dormí (Historia del sueño y su estudio), y entró en mis sueños una niña perfumada que se convirtió en sombrilla, sombrilla que se convirtió en el sol, sol que se convirtió en toda la hierba, y por esa hierba caminé y me perdí, hasta despertar finalmente. Cuando desperté, estaba comiendo una ciruela…”

“De ahí en más me entrené pidiéndole al viento pájaros que me trajeran mensajes secretos de los niños, pidiéndole al sol un fósforo pequeño para iluminar mis noches sobre las cunas y los rostros de los niños. Y me puse a arrullar, a acomodar las mantas y las sábanas y a soplarles los besos de la nodriza ausente que, tal como Eros partió, ella había ingresado a mi alma cuando sus pechos se durmieron extenuados.”

“Abro mi consultorio”

“Ya estuve lista para abrir mi mansión de adivinanzas.”

“Mis ojos se abrían por la mañana buscando en la ventana el gris ominoso o el claro día, o el viento que empujaba una hoja que se pegaba al vidrio, y yo leía en sus nervaduras las líneas de una mano muy antigua, que era quizá de Dios, y ya sabía los frutos que me traería el día. Es decir, sabía también por la lectura de esas líneas quiénes vendrían a consultarme.”

 (Continúe leyendo “Cuando partió el joven Eros” y deje su opinión en nuestro Blog Editorial) Por Mora Torres.

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