Ayer llegamos a Madrid y lo primero que hicimos fue mirar el cielo nublado que más tarde nos depararía una lluvia tan esperada como frustrante. “Hace tiempo que hay sequía en toda España, nos dicen, y los pantanos están casi secos. Es que las desgracias no vienen solas”. Y culpan a Mariano Rajoy, una costumbre arraigada que desvía la mirada que debería posarse sobre el “sistema” en crisis. Es difícil que nuestra tía o tío entiendan el concepto, así que lo dejamos pasar. Ya habrá tiempo para meter la baza de que el presidente del país no es sino un títere en manos de un operador insensible.
Lo que más me desorienta es no ver el cielo que inspiró obsesivamente a Velázquez. Ese cielo tan azul que los turistas adoran y por el cual pagan gustosamente los euros que España necesita.
Nos instalamos en un barrio céntrico -Chueca- de callejuelas y aceras angostas, en el borde de Cibeles, junto a la Gran Vía, entre las calles de Fuencarral y del Barquillo. Es una suerte de isla, silenciosa, multiétnica, gay, respetuosa de la diversidad, próxima a Alcalá y Plaza del Sol, vecina también del barrio de Lavapiés. Genial.
En estos días está en pleno desarrollo la fiesta gastronómica que llaman “Tapapiés”. Cada bar de la zona prepara una “tapa” (un aperitivo o comida que se sirve en porciones acompañando una bebida) y concursan entre sí. El voto popular decide. Esto significa que cada madrileño que se precie de tal tiene que hacer el esfuerzo, por el bien del festival, de “ir de tapas” o “tapear”. Es decir, probar la mayor cantidad posible de “tapas” ya que la tradición indica que no se hacen dos en el mismo lugar. Los visitantes se pliegan de buen grado a esta degustación y la calle es una especie de romería laica.
Fuimos de tapas, entonces. En nuestra opinión y la de varios madrileños, un toledano y un andaluz, las tapas de “Benteveo”, en calle Santa Isabel 15, son las mejores. Dicho esto y frente al recuerdo de otras delicias probadas vuelve la duda; pero un último “mini lomito” al estilo cordobés (pero de la Nueva Andalucía) ratifica la decisión: Benteveo.
En ese “tapeo” -tributo a la buena onda entre españoles y argentinos- alcanzamos a incluir algunos contactos con “Mundo Sin Guerras y Sin Violencia” y acordamos con Rafael de la Rubia, lugar y hora para una reunión informativa sobre la actividad de la entidad que organizara la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia. Les contaremos.
Entretanto, ni ayer ni hoy hemos visto los cielos de Velázquez. Afortunadamente, nos aseguran que no han sido parte del ajuste rajoyano.
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