En memoria de Luis Gardey

A comienzos de los ’70 realizábamos un operativo del Poder Joven en las calles de Mendoza. No recuerdo ahora los detalles pero quiero rescatar de la memoria la lección de vida y militancia que recibimos ese día.

Estábamos de paso y una tardenoche nos sumamos a un reparto de volantes, una de las acciones más grises en el festival de operativos graciosos y creativos que protagonizamos desde aquella agrupación libertaria. Pero no menos importante que otras, dadas las condiciones de represión y amordazamiento político a que estaba sometida la población.

Veníamos de otras acciones, como entrar a bares con un megáfono, o subir a los ómnibus de transporte urbano para comunicar una denuncia, una idea fuerza y su fundamento y dejar un volante con más información. Algunos lo tomaban, otros no. Continuábamos luego en una esquina, moviéndonos rápido y en contra de la dirección del tránsito.

En la Esquina de la Avenida San Martín y Espejo debíamos recibir un refuerzo de materiales que nos traía la coordinación del operativo. Lo recibimos y empezamos ahí mismo a lanzar papeles al aire o a entregarlos, desafiando a la prudencia que indicaba no permanecer mucho tiempo en el mismo lugar. A instancias del coordinador del operativo nos empezamos a retirar repartiendo volantes en el camino. A media cuadra escuchamos sirenas y gritos amenazantes y vimos que habían detenido al coordinador e intentaban meterlo en un patrullero. Nos volvimos pero nada pudimos hacer, salvo ver que del coche policial salían panfletos por las ventanillas, primero por una, luego por la otra. La gente que caminaba por las veredas se lanzó a la calle a recogerlos y guardarlos. Corrimos a un teléfono público a hacer la llamada al abogado y nos dispersamos.

El que coordinaba el operativo y el que lanzaba panfletos desde un coche policial en movimiento, era Luis Gardey, de oficio panadero, uno de los primeros humanistas que conocí. Esa imagen no se borrará de mi memoria mientras viva y me ha ayudado en el transito de una militancia en la que sigo comprometido.

Más adelante fue Luis quien me acercó materiales de Silo manuscritos por él mismo y otros tipiados a máquina y un libro que nos deslumbró por su modo de mirar: “El arte de la guerra”, de Sun Tzu, texto que aportó a  nuestras técnicas de acción no violenta.

Luis Gardey fue un pilar del humanismo en Mendoza, lugar que eligió para aportar en las etapas iniciales del siloísmo y luego en La Comunidad para el Desarrollo Humano; más tarde y durante años en el Partido Humanista del cual fue Apoderado pero sobre todo un militante y últimamente en Mundo Sin Guerras y Sin Violencia en la organización de la Marcha Mundial en 2009/10.

Hoy Luis Gardey se fue, tranquilo y con paso rápido.  Pero nos quedan sus acciones y su ejemplo de militante risueño y pertinaz, de amigo y camarada con quien  -literalmente- compartimos el pan.

Saludamos afectuosamente a Jenny Merino, Maricel, Mariana y Pablo, su familia directa, y hacemos votos para que todos alcancemos “luz en el entendimiento y paz en el corazón”.