Los conmemoración de las transiciones no nos resultan afines pero este segundo aniversario de la partida de Silo (060138-160910) es una ocasión propicia para la autorreflexión. Por eso, a esta hora de la noche cercana a la de su transito a otra dimensión, se impone rescatar algunas ideas. Comenzamos con una que no es simple: ¿por qué -fui, seré- soy siloísta?
Hay preguntas que tienen múltiples respuestas. Todas válidas en tanto dependen del punto en el cual se ubica quien responde y, porque en el plano existencial, uno puede ubicarse en diferentes sitios.
La propuesta central del siloísmo, cuando ingresé a “la cosa” -que no era “la cosa” lacaniana, de moda entonces-, en enero de 1969, era la de transformar positivamente tanto la sociedad como el individuo, teniendo al ser humano como el valor y la preocupación centrales.
Esa transformación simultánea, que debe producirse con una metodología no violenta, es un objetivo que se mantiene en cuanto no se ha alcanzado todavía. Es cierto que la sociedad ha avanzado y el sistema se ha desprestigiado al punto que parece herido de muerte; es cierto que nuestras herramientas de trabajo personal están ayudando a muchas personas desde hace muchos años en todo el mundo; es cierto que Silo simplificó la doctrina inicial en El Mensaje: un Libro, algunas Experiencias y un Camino, que abre una ancha puerta de acceso a una filosofía. Todo eso, que son avances indudables, no ha alcanzado aun la masa crítica que produzca una reacción en cadena. Falta aún la masividad necesaria para que esos cambios personales se crucen con los cambios sociales capaces de producir un hombre y una sociedad nuevos.
En una de las exposiciones públicas que Silo hizo en lo que hoy es el Parque de Estudio y Reflexión “Punta de vacas”, a partir de l999 cuando se cumplieron 30 años de la primera arenga pública, Silo expresó una frase escalofriante: “Hemos fracasado”, dijo. Fue el 4 de Mayo de 2004. Tras una pausa agregó: “¡pero insistimos!” Y siguió con el discurso de un hombre optimista en el largo plazo pero pesimista ante la realidad presente. En este giro del realismo crudo a los sueños movilizadores de las mejores energías, hay un contenido importante de nuestra identificación con Silo y con la doctrina social y personal que constituye el siloísmo.
Copio un fragmento de aquella alocución magistral, sólo para deleitarlos: “Hemos fracasado pero insistimos en nuestro proyecto de humanización del mundo.
“Hemos fracasado y seguiremos fracasando una y mil veces porque montamos en alas de un pájaro llamado “intento” que vuela sobre las frustraciones, las debilidades y las pequeñeces.
“Es la fe en nuestro destino, es la fe en la justicia de nuestra acción, es la fe en nosotros mismos, es la fe en el ser humano, la fuerza que anima nuestro vuelo.
“Porque no es el fin de la Historia, ni el fin de las ideas, ni el fin del hombre, porque no es tampoco el triunfo definitivo de la maldad y la manipulación, por eso es que podemos intentar siempre cambiar las cosas y cambiarnos a nosotros mismos.”
Aquella propuesta sintetizada en la “humanización del mundo” fue la que dio sentido a la vida de muchos de nosotros -jóvenes veinteañeros con ideales libertarios- en la medida en que la hicimos nuestra. Desde entonces no paramos de hacer, con mayor o menor éxito, para contribuir a la construcción de la obra común en muchos lugares del planeta. Imaginamos, formamos, forjamos, durante más de cuatro décadas con Silo como Guía interno, Maestro, Ideólogo, orientador de la actividad, ejemplo de conducta coherente y roca incólume contra la que se estrellaban todos los pensamientos negativos.
Seguimos volando en el pájaro del intento.