Un ciudadano honesto, que puede explicar satisfactoriamente cómo obtiene su dinero, no tiene problemas para comprar dólares en la Argentina. Puede hacerlo para adquirir propiedades, para viajes y otras operaciones lícitas en el territorio nacional. No puede hacerlo para acumular y los envíos o remitos al exterior tienen una limitación en la cantidad. Está fijado por ley y es lo que ocurre en la mayoría de los países.

Hace poco, una encuesta realizada por un canal de televisión argentino en Brasil determinó que para ningún ciudadano de ese país el dólar era una opción: no se lo usa y ni siquiera lo consideran para transacciones internas o ahorro. En paralelo mostraban declaraciones de argentinos respondiendo a las mismas preguntas y eran opuestas. En la mayoría de los países latinoamericanos con excepción de Ecuador, ocurre lo mismo. En Europa del Euro ni hablar: desdeñan al dólar y sólo sus enemigos quieren la quiebra de la moneda común, mientras que los que no están en la zona euro es porque prefieren su propia moneda, como es el caso de la libra o el franco suizo.

La dolarización del pensamiento de los argentinos es un resabio de los vaivenes financieros y de las políticas neoliberales en el pasado reciente. Martínez de Hoz, ministro de la dictadura militar y cómplice en delitos de lesa humanidad fue uno de los responsables de adoctrinar en lucro y especulación a las capas bajas de la sociedad.

Al regresar al país quienes nos fuimos en los años de plomo encontramos que empleados de todo tipo tenían uno que otro billete de dólar de baja denominación y estaban al tanto de su cotización, curva de crecimiento y equivalencias con las tasas a plazo fijo. Los depósitos en dólares eran los consejos más conservadores en épocas de “la patria financiera”, delirios de financista lumpen.

Eso explica -entre otras cosas menores- que haya diarios que publicaron (Clarín, 24/12/11): “Hoy, si un ciudadano argentino quiere comprar dólares -tradicional refugio del ahorrista pequeño contra probadas arbitrariedades de las diversas administraciones- no es libre de hacerlo: debe pasar por el cedillo del gobierno que le dirá, a través de la AFIP, si puede o no”. Insistimos. Lo que el escriba llama “cedillo” (palabra extra diccionario pero imaginamos que se refiere a un cedazo pequeño) es el lógico control de la Administración Fiscal de Ingresos Públicos (AFIP) para verificar la procedencia del dinero y el cumplimiento de las obligaciones impositivas que demanda el Estado para organizar la vida en sociedad.

Las administraciones arbitrarias -suponemos- son las neoliberales cuya máxima expresión fue el radical Fernando de la Rúa (Presidente) y Domingo Cavallo (ministro de economía) responsables ambos del “corralito” que confiscó los depósitos en dólares de los ahorristas.

El Banco Central de la Argentina compró más de 2000 millones de dólares en este mes concluyendo diciembre “con un record histórico”. La presidente de la entidad Mercedes Marcó del Pont, declaró: “No se puede ignorar que hubo una operación desestabilizadora, respecto del tipo de cambio, bajo la excusa de que el dólar estaba barato. Pero los que la llevaron a cabo no entendieron que la Argentina cambió”. Por nuestra parte, creemos que entienden pero insisten en sus prácticas truchas para obtener ganancias.

La máxima autoridad del BCA se refiere a maniobras de operadores financieros, que buscaban la salida de capitales al exterior y el retiro del circuito bancario de los depósitos privados en dólares.

La divisa estadounidense se encuentra actualmente en 4,31 pesos, cerrando el año con una apreciación del 8 por ciento. El volumen de reservas se mantiene por encima de 46 mil millones. Otro año pleno de aciertos.